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LAS MERCEDES

domingo, 4 de agosto de 2024

24. MUSEO EGIPCIO DE EL CAIRO. EDGARDO Y SU HIJA MARÍA EN EGIPTO. 2024.

 

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Camino al Museo Egipcio de El Cairo, pregunto al guía por Zahi Hawass, tal vez, el más mediático de los egiptólogos. Me dice que ya no es el director, pero que sigue en la institución en otras labores. El museo fue inaugurado en 1902  en la plaza de la Liberación o plaza Tahrir, foro de muchos acontecimientos políticos.

 


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Las más de cien mil piezas del museo abarcan todos los periodos  e imperios de la historia de Egipto. Los objetos también reflejan la influencia de las culturas griega y romana.

 


 

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Apenas entramos, vemos un busto de Jean-François Champollion (1790-1832), fundador de la egiptología, por haber descifrado la escritura jeroglífica, lo que logró al estudiar la Piedra de Rosetta. Champollion es uno de esos personajes  admirables por su dedicación a tiempo completo a la investigación científica.  Superó una serie de contratiempos familiares, la pobreza y la depresión, convencido de que solo triunfan los que tiene fe.


 

 

Christian  Jack inicia su hermoso libro “El antiguo Egipto, día a día” (1985) con estas palabras alusivas a Champollion:


Luxor, noviembre de 1828

Un hombre se detiene ante la entrada del templo de Karnak. Levanta los ojos hacia lo alto de los pilonos, pasa largos minutos recuperando el aliento, muy conmovido, y se decide por fin a penetrar en el primer gran patio al aire libre. Su mirada va de piedra en piedra descubriendo el maravilloso mundo que había soñado. Con paso rápido, camina hasta la sala hipóstila, bosque de columnas donde el misterio de los dioses, presentes aún, se impone al visitante. Jean-François Champolion ha llegado por fin a su patria espiritual, el Egipto faraónico. Sabio, inmenso, genio que ha comenzado a desentrañar el secreto de los jeroglíficos, fue calumniado, combatido. Su existencia fue una larga sucesión de sufrimientos y dificultades. Nunca, sin embargo, dejó de trabajar con formidable energía a pesar de una muy frágil salud. Nunca se apartó del eje que daba sentido a su vi da: hacer que hablara de nuevo la civilización egipcia, muda durante muchos siglos. Muda porque no se sabía ya leer su mensaje inscrito en las paredes de los templos y las tumbas, los papiros, las estatuas, los sarcófagos.


[Piedra Rosetta. Museo Británico]

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