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LAS MERCEDES

lunes, 17 de julio de 2017

EL MISTERIO DE MIRAFLORES

EL MISTERIO DE MIRAFLORES

Edgardo Malaspina

Visito al doctor Argenis Ranuarez en su casa, convaleciente luego de la intervención quirúrgica. Mejora cada día. Me dice que la lectura y la escritura han sido sus mejores aliados en la recuperación de su salud. Argenis es escritor no tanto porque escribe,sino porque no puede vivir sin escribir. Como siempre, hablamos de libros, e inmediatamente me recomienda uno que acaba de leerse: “El misterio de Miraflores. ¿Quién mató a Juancho Gómez?”.

El autor es Pablo Sulbarán y en poco más de doscientas páginas, con algunas fotografías interesantes  de principios del siglo XX, nos habla sobre uno de los momentos más oscuros relacionados con el poder político en Venezuela, escenificado en la propia sede desde donde se ejerce: Miraflores.
Sulbarán recurre a una técnica literaria semejante a la empleada en los relatos novelísticos; y por eso su obra parece una novela histórica. No obstante es en realidad una narración de no ficción al estilo de Truman Capote, recurso escritural que inauguró el norteamericano con su libro “A sangre fría”.
Cipriano Castro, con su Revolución Liberal Restaurador, llega al poder en 1899, acompañado de su fiel compadre, Juan Vicente Gómez, quien en 1908 le propinó un golpe de estado, mientras se aleja del país para someterse a un tratamiento médico. Ese cambio del timonel algunos lo calificaron de mal para peor y el primer novelista del país, Manuel Vicente Romero García lo plasmó en una frase lapidaria: “Se fue Atila, pero dejó el caballo”. Precisamente esas palabras resumen el ambiente de corrupción, inmoralidad, aberraciones sexuales y nepotismo que rodeó el gomecismo, cuyas intrigas familiares de lucha por el poder terminaron con el asesinato del vicepresidente Juancho Gómez en 1923, hermano del dictador. 

Luego del asesinato los sospechosos son sometidos a torturas inverosímiles. Son colgados por los testículos, además de los latigazos. Por recomendación médica se le aplicó a los prisioneros “la droga de la verdad”, que un tal doctor House, en Estados Unidos, utilizaba en fase de experimentación, con la constatación  de que “produce en las personas una especie de estado de sueño o hipnosis y responde mecánicamente  a las preguntas formuladas. La droga actúa sobre la voluntad del individuo para vencer su resistencia”. 
Se trataba de la escopolamina o burundanga. Al final el autor esboza cuatro versiones sobre los posibles asesinos: 1)El hijo del dictador,  Vicentico, para eliminar el obstáculo hacía la presidencia.2) La esposa del dictador (doña Dionisia) para vengar la afrenta que le hizo a su hija Margarita,  quien se suicidó, luego de que Juancho la ofendió, y al mismo tiempo favorecer a su hijo, Vicentico.3) Cipriano Castro.4)El propio Gómez, quien sospechaba de su hermano. No se descarta que haya sido un crimen pasional por el ensañamiento con el puñal, porque Juancho era un solterón empedernido. Por esas ironías de la Historia, Gómez eliminó el cargo de la vicepresidencia lo que  cerró el paso a los familiares que aspiraban  a una tiranía hereditaria y permitió en 1935 la llegada de Eleazar López Contreras con un rayo de luz hacia la democracia.

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