LA
HISTORIA EN CIEN AÑOS DE SOLEDAD
Edgardo Rafael Malaspina Guerra
lustración de Luisa Rivera para ‘Cien
años de soledad’ en su edición publicada por Penguin Random House Grupo
Editorial (España, 2017) para conmemorar los 50 años de su publicación. Foto: luisarivera.cl
La
historia cataclísmica. Si Dios no hubiera descansado el domingo habría tenido
tiempo de terminar el mundo”. El sinsentido de las guerras. La
Historia la escriben los vencedores. La relatividad del tiempo.
La
leyenda es parte de la Historia. La distorsión de la
Historia hace dudar de la propia existencia. En busca del tiempo perdido.
1
Mario
Vargas Llosa dice que para Gabriel García Márquez la Historia es
cataclísmica (Historia de un deicidio ,
1971). Las catástrofes atmosféricas son cíclicas en las obras de García
Márquez, y cíclicas son también las tragedias humanas en Macondo. Las
generaciones de los Buendía viven una historia circular.
2
“Si
Dios no hubiera descansado el domingo habría tenido tiempo de terminar el
mundo”.
La
Historia en las obras de García Márquez es la misma que concibe San Agustín
(354-430) quien estableció que “Cada hecho histórico es un acto de Dios”. “La
historia está desde siempre en la mente de Dios”. La historia es la justicia de
Dios, su misericordia, el castigo y la redención. La historia se hace mediante
el pecado, es decir, mediante el quebramiento de la Ley Divina, el afán de
conocer el bien y el mal, la soberbia, el alejamiento de Dios. La Historia es
la historia de los pecados humanos, el gran drama de la salvación. La historia
nace, por voluntad de Dios, con el tiempo, y con él, el mundo y el hombre. La
historia está prevista por Dios y señalada desde la eternidad. Dios le dio al
hombre la libertad para el pecado y para la historia. Dios creó al mundo y al
hombre, y con esos actos dio inicio a la Historia.
Bajo
estas premisas bíblicas la viuda de Montiel, deprimida desde que murió su
esposo, hace sus disertaciones sobre las amarguras de la existencia .Se queja
de su suerte, cree que el mundo está mal hecho, y piensa “que
si Dios no hubiera descansado el domingo habría tenido tiempo de terminar el
mundo”, (Los funerales de la Mamá Grande, 1962).
3
El
sinsentido de las guerras.
Las
guerras pueden desatarse por cualquier nimiedad y el bando ganador aplica en la
práctica las ideas del perdedor, haciendo de las conflagraciones un juego
mortal e inútil para no fastidiarse mientras llega la muerte. Los conservadores
(centralistas) cuando llegan al gobierno son liberales (federales) en sus
acciones. En Venezuela vencieron los federalistas, pero impusieron una
administración centralista. Acerca del pretexto para ubicarse en la acera de
enfrente no puede ser más banal e insustancial. Los seguidores de Aureliano
Buendía sólo esperan cualquier paso del gobierno, sin importar cual, para
declararse en desacuerdo. Antonio Guzmán Blanco (1829-1899) que gobernó en
Venezuela en tres oportunidades una vez dijo que se había declarado liberal
porque los del otro partido se definieron como conservadores, pero que, si sus
enemigos se hubiesen declarado liberales, entonces se hubiese ubicado en la
facción de los conservadores.
Los caudillos firman armisticios que no
cumplen para seguir en el poder, y hasta quisieran hacer una ley para
mantenerse en el mando por cien años. Cuando sucede algún asesinato o masacre,
el gobierno promete una investigación minuciosa para aclarar los hechos. Se
calman los ánimos y nunca se hace la investigación prometida. Para el gobierno
lo importante es ganar tiempo, y cuando lo obtiene la prometida investigación
pasa al olvido como el cualquiera de nuestros países. En todos los países
latinoamericanos es la misma historia.
El
coronel Aureliano Buendía se opone a un homenaje que quiere hacerle el
gobierno, con medalla incluida, y con una calle que denominaran con su nombre.
La historia reconcilia a los enemigos de la guerra: en Venezuela en la Guerra
Federal (1859-1863) se enfrentaron entre muchos otros, José Antonio Páez
(conservador) y Juan Crisóstomo Falcón (liberal). Al final se reunieron, se abrazaron
y conversaron como viejos amigos. Hoy hay calles y ciudades que llevan sus
nombres, tienen monumentos en plazas . Entonces ¿para qué pelearon y derramaron
sangre? Ya lo decía el coronel Aureliano Buendía: “La diferencia entre
liberales y conservadores radica en que los primeros van a la misa de las
cinco; y los segundos, a la de las ocho”.
Milán
Kundera en “La insoportable levedad del ser” aborda el tema sobre la
contradictoria reconciliación que el tiempo depara a todas las historias,
independientemente del grado de enemistad y odio que conllevó a un
enfrentamiento, disputa o desacuerdo. Veamos dos párrafos:
-“El
crepúsculo de la desaparición lo baña todo con la magia de la nostalgia; todo,
incluida la guillotina”.
-“No
hace mucho me sorprendí a mí mismo con una sensación increíble: estaba hojeando
un libro sobre Hitler y al ver algunas de las fotografías me emocioné: me
habían recordado el tiempo de mi infancia; la viví durante la guerra; algunos
de mis parientes murieron en los campos de concentración de Hitler; ¿pero ¿qué
era su muerte en comparación con el hecho de que las fotografías de Hitler me
habían recordado un tiempo pasado de mi vida, un tiempo que no volverá?
Esta
reconciliación con Hitler demuestra la profunda perversión moral que va unida a
un mundo basado esencialmente en la inexistencia del retorno, porque en ese
mundo todo está perdonado de antemano y, por tanto, todo cínicamente permitido”.
4
Nietzsche
en “Humano, demasiado humano” lo ve así:
“Bueno
y malo equivalen por un tiempo a noble y villano, señor y esclavo. Por el
contrario, no se ve al enemigo como malo cuando puede volverse semejante.
Troyanos y griegos son en Homero tan buenos los unos como los otros. No es el
que nos causa daño, sino el que es despreciable, quien pasa como malo. Troyanos
y griegos son en Homero tan buenos los unos como los otros. No es el que nos
causa daño, sino el que es despreciable, quien pasa como malo”.
5
Una
noche el coronel Aureliano Buendía le preguntó al coronel Gerineldo Márquez:
—Dime
una cosa, compadre: ¿por qué estás peleando?
—Por
qué ha de ser, compadre —contestó el coronel Gerineldo Márquez
—:
por el gran partido liberal.
—Dichoso
tú que lo sabes —contestó él—. Yo, por mi parte, apenas ahora me doy cuenta que
estoy peleando por orgullo.
—Eso es malo —dijo el coronel Gerineldo
Márquez.
Al
coronel Aureliano Buendía le divirtió su alarma. Naturalmente, dijo.
“Pero
en todo caso, es mejor eso, que no saber por qué se pelea”. Lo miró a los ojos,
y agregó sonriendo:
—O
que pelear como tú por algo que no significa nada para nadie.
5
La
Historia la escriben los vencedores.
La
frase es de George Orwell (1903-1950),
autor de la novela distópica “1984”, a
lo largo de cuya trama pueden leerse frases similares, tales como:
-El
que controla el pasado también controla el futuro. El que controla el presente
controla el pasado.
-El
pasado hay que alterarlo para que la gente no pueda establecer comparaciones y
crea que ahora vive mejor.
Uno
de los acontecimientos históricos abordados por Gabriel García Márquez en su
novela es la masacre de los obreros de la empresa bananera estadounidense
United Fruit Company a manos del ejército conservador de Colombia, que se
produjo entre el 5 y el 6 de diciembre de 1928 en el municipio de Ciénaga. El
gobierno aplastar la huelga de los trabajadores impone la censura.
En
cien años de soledad la masacre es negada absolutamente por parte del gobierno
para remarcar aquello de que “la Historia la escriben los vencedores”.
Especialmente es negada la cantidad de obreros asesinados. La versión del
gobierno logra imponer la duda en la opinión de los habitantes del pueblo. José
Arcadio dice que murieron “como tres mil”, pero una mujer le responde: “Aquí no
ha habido muertos”.
Aureliano
Segundo “Tampoco creyó la versión de la masacre ni la pesadilla del tren
cargado de muertos que viajaba hacia el mar”. “La noche anterior habían leído
un bando nacional extraordinario, para informar que los obreros habían
obedecido la orden de evacuar la estación, y se dirigían a sus casas en
caravanas pacíficas. El bando informaba también que los dirigentes sindicales,
con un elevado espíritu patriótico, habían reducido sus peticiones a dos
puntos: reforma de los servicios médicos y construcción de letrinas en las
viviendas”.
El
gobierno niega la tragedia, niega que hubo muertos, y divulga su opinión por
todos los medios. La gente va a las oficinas a preguntar por sus familiares
desaparecidos; pero los militares niegan los infaustos acontecimientos: “Seguro
que fue un sueño”, insistían los oficiales. “En Macondo no ha pasado nada, ni
está pasando ni pasará nunca. Este es un pueblo feliz”.
6
La
relatividad del tiempo.
El
tiempo es relativo y hasta puede resquebrajarse, incluso detenerse. Los
personajes de Cien años de soledad descubren que en Macondo siempre es marzo y
siempre es lunes: “y entonces comprendieron que José Arcadio Buendía no estaba
tan loco como contaba la familia, sino que era el único que había dispuesto de bastante
lucidez para vislumbrar la verdad de que también el tiempo sufría tropiezos y
accidentes, y podía por tanto astillarse y dejar en un cuarto una fracción
eternizada”.
En
otro párrafo José Arcadio y Aureliano conversan sobre el tiempo detenido:
“Pocas
horas después, estragado por la vigilia, entró al taller de Aureliano y le
preguntó: “¿Qué día es hoy?”. Aureliano le contestó que era martes. “Eso mismo
pensaba yo”, dijo José Arcadio Buendía. “Pero de pronto me he dado cuenta de
que sigue siendo lunes, como ayer. Mira el cielo, mira las paredes, mira las
begonias. También hoy es lunes”. Acostumbrado a sus manías, Aureliano no le
hizo caso. Al día siguiente, miércoles, José Arcadio Buendía volvió al taller. “Esto
es un desastre —dijo—. Mira el aire, oye el zumbido del sol, igual que ayer y
antier. También hoy es lunes”.
-0-0-0
-El
tiempo es circular según muchos personajes de la novela.
-El
tiempo pasa, pero no tanto.
-
Toda primavera antigua es irrecuperable.
-
Melquíades
no había ordenado los hechos en el tiempo convencional de los hombres, sino que
concentró un siglo de episodios cotidianos, de modo que todos coexistieran en
un instante.
7
La
leyenda es parte de la Historia.
Con
el correr del tiempo muchos habitantes de Macondo dudan de que haya existido un
tal coronel Aureliano Buendía. Piensan que el gobierno inventó el personaje
“para matar liberales”. Gabriel, el amigo de Aureliano, “no ponía en duda la
realidad del coronel Aureliano Buendía, porque había sido compañero de armas y
amigo inseparable de su bisabuelo, el coronel Gerineldo Márquez”. Sin embargo,
otros piensan que Aureliano Buendía es simplemente una leyenda. Pero Gregorio
Marañón afirmaba que la Historia se hace con datos exactos, pero también con
leyendas, porque la leyenda es parte de la vida que fue, importante y necesaria
para conocerla en su dimensión más completa.
8
La
distorsión de la Historia hace dudar de la propia existencia.
La
propaganda para tergiversar la Historia conlleva a la alienación y siembra la
duda sobre cualquier hecho. Cuando el último de los Aureliano (Babilonia)
quiere indagar sobre su origen, busca su partida de nacimiento. El párroco al
saber su nombre le dice:
“—Entonces
no te mates buscando —exclamó el párroco con una convicción terminante—. Hace
muchos años hubo aquí una calle que se llamaba así, y por esos entonces la
gente tenía la costumbre de ponerles a los hijos los nombres de las calles”.
Aureliano
le explica que el coronel Aureliano Buendía hizo treinta y dos guerras civiles
y las perdió todas . “Que el ejército acorraló y ametralló a tres mil
trabajadores, y que se llevaron los cadáveres para echarlos al mar en un tren
de doscientos vagones”.
El
párroco no le creyó y lo miró con lástima:
“—Ay,
hijo —suspiró—. A mí me bastaría con estar seguro de que tú y yo existimos en
este momento”.
9
En busca del tiempo perdido.
Cuando
Aureliano Babilonia se siente sólo al morir su amada después del parto ,
entiende “ cuánto quería a sus amigos, cuánta falta le hacían, y cuánto hubiera
dado por estar con ellos en aquel momento”
“Puso
al niño en la canastilla que su madre le había preparado, le tapó la cara al
cadáver con una manta, y vagó sin rumbo por el pueblo desierto, buscando un
desfiladero de regreso al pasado. Llamó a la puerta de la botica, donde no
había estado en los últimos tiempos, y lo que encontró fue un taller de
carpintería. La anciana que le abrió la puerta con una lámpara en la mano se
compadeció de su desvarío, e insistió en que no, que allí no había habido nunca
una botica, ni había conocido jamás una mujer de cuello esbelto y ojos
adormecidos que se llamara Mercedes”.