CRONISTA OFICIAL DE LAS MERCEDES DEL LLANO.

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LAS MERCEDES

lunes, 7 de marzo de 2022

LA HISTORIA EN EL JUEGO DE LOS ABALORIOS

 

LA HISTORIA EN EL JUEGO DE LOS ABALORIOS

 

Edgardo Rafael Malaspina Guerra

 

 

En El juego de los Abalorios (1943) de Herman Hesse se narra la vida de Josef Knecht y su participación en la Orden del Juego de los Abalorios, organización que pretende reunir los saberes universales. Este juego comprende todos los conocimientos materiales y espirituales, las ciencias y las artes, la filosofía, la historia, la religión, un nuevo alfabeto, la poesía, el teatro, las matemáticas , los idiomas, la educación, la meditación, los sueños, las traducciones, las bibliotecas;  la verdad que se vive, pero no se enseña; en fin, El juego de los Abalorios es una teoría general de la cultura, lo espiritual , lo intelectual. Todo estos campos del saber tiene un eje transversal: la música.

El juego de los Abalorios es un sustituto de las artes, un estudio de los contrarios de los sujetos, no de los objetos.

El juego de los Abalorios es un instrumento para filosofar, es arte por el arte,autoregocijo espiritual. Es también una loa al enciclopedismo. Es vida contemplativa más que activa.

La trama fundamental acontece en Castalia, lo que remite a la fuente mitología griega de purificación en el santuario de Delfos, porque ser miembro de la orden es comparable a un apostolado a un sacerdocio.

En El juego de los abalorios Herman Hess emite una serie de conceptos relacionados con la Historia:

 

 

1

-Escribir Historia, aunque se haga con la debida sobriedad y con el mayor deseo de ser objetivo, sigue siendo y será literatura, y su tercera dimensión es la ficción.

-Creemos haber descubierto en la historia algunas leyes y tratamos de tenerlas presentes para el conocimiento de la verdad histórica.

-Aquel que hace historia puede llevar consigo, lo concedo, la emocionada fe infantil en el poder ordenador de nuestro espíritu y de nuestros métodos, pero, a pesar de ello, debe tener mucho respeto ante lo inconcebible de la verdad, la realidad, la univocidad del suceder.

-Hacer historia presupone por lo mismo la convicción de que con ello se aspira a algo imposible y, sin embargo, necesario y sumamente importante. Hacer historia significa: abandonarse al caos, pero mantener la fe en el orden y en el sentido. Es un cometido muy serio, joven, y tal vez trágico.

-Los grandes hombres son para la juventud las pasas de uva en la torta de la historia del mundo; pertenecen ciertamente a su verdadera sustancia, y no es tan simple ni fácil, como se podría creer, discernir a los verdaderamente grandes de los que lo son en apariencia solamente. En estos últimos, el instante histórico y su valorización y su percepción dan la apariencia de la grandeza; no faltan historiadores y biógrafos, no hablemos de periodistas, para quienes esta valorización y percepción del momento histórico significan que el buen éxito momentáneo es ya un signo de la grandeza.

-El cabo que de la noche a la mañana se convierte en dictador, o la cortesana que por un tiempo determinado logra prevalecer en la buena o mala voluntad de un dominador del mundo, son las figuras favoritas de algunos historiadores.

-Y los jovencitos idealistas, a la inversa, prefieren los trágicamente fracasados, los mártires, los que llegaron un segundo demasiado temprano o demasiado tarde.

-Para mí, que ante todo soy un historiador de nuestra Orden benedictina, lo más atrayente, admirable y digno de estudio no son las intentonas y los triunfos o los fracasos; mi amor y mi insaciable curiosidad están dedicados a fenómenos como el de nuestra Congregación, a las organizaciones de muy larga vida en las que se busca reunir hombres por el intelecto y el alma, educarlos y transformarlos, ennoblecerlos en una aristocracia capaz de servir y de mandar, no por la sangre, sino por la educación, no por la eugenesia sino por el espíritu.

-Nada me ha subyugado tanto en la historia de los griegos como los empeños de la Academia pitagórica o de la platónica, frente al cielo estelar de los héroes o el insistente alboroto de las “ágoras”; en la historia china solamente el hecho de la larga vitalidad del confucianismo, y en nuestra historia occidental me han parecido valores históricos de primera categoría sobre todo la Iglesia cristiana y las Órdenes que la sirven o se han servido en ella. El que un aventurero tenga suerte alguna vez y conquiste o funde un reino, que luego perdura.

-Los hombres realmente grandes de la historia universal o bien supieron dedicarse a la meditación, todos, o bien conocieron inconscientemente el camino por el cual nos lleva la meditación. Los otros, aun los más dotados y fuertes, al final fracasaron y sucumbieron, porque su cometido o su ambicioso sueño los invadió, los poseyó y los convirtió en posesos de tal manera que perdieron la facultad de liberarse cada vez y alejarse de lo actual.

-En realidad, corresponde en absoluto al gusto del historiador hasta dónde hacer remontar en el pasado los comienzos y la prehistoria del juego de abalorios. Porque como todas las grandes ideas, no tiene realmente un comienzo, sino que como idea existió siempre.

-La historia universal es la narración interminable, sin alma, cansadora, del dominio de los débiles por los fuertes, y pretender relacionar la verdadera y real historia, la historia nada temporal del espíritu con esta tonta riña vieja como el mundo de los ambiciosos por el poder y de los aspirantes a un lugar bajo el sol y a un tratar de explicarla con ella, es realmente una traición al espíritu.

-La historia universal era una carrera en el tiempo, una carrera por la victoria, el poder, los tesoros, y en ella sólo importaba no perder el momento oportuno para aquel que tenía bastante fuerza, suerte o vulgaridad.

-Los hechos del espíritu, de la cultura, del arte en cambio son exactamente todo lo contrario, un estallido, una evasión de la esclavitud del tiempo, un deslizarse del hombre fuera de la inmundicia de sus instintos y de su inercia hacia otros planos, en lo eterno, en lo carente de tiempo, en lo divino, total y absolutamente nada histórico y aun antihistórico.

-El interés por la historia universal, bien lo sabéis, es entre nosotros los castalios sumamente débil; más aún, no sólo falta a la mayoría de nosotros interés, sino aun justicia por la historia, respeto por ella. Esta desviación del culto de la historia universal, mezcla de indiferencia y falsa superioridad, me incitó a menudo a indagar, y he encontrado que tiene dos causas. En primer lugar, el contenido (o aun los contenidos) de la historia —me refiero naturalmente a la historia del espíritu y de la cultura, que tanto cuidamos— nos parece un poco inferior en valía; la historia universal consiste, según la idea que tenemos de ella, en brutales luchas por el poder, por bienes, tierras, materias primas, dinero, en fin, por lo material y cuantitativo, por cosas que consideramos no espirituales y más bien despreciables. Para nosotros, el siglo XVII es la época de Descartes, Pascal, Froberger, Schuetz, no la de Cromwell o de Luis XIV. El segundo motivo básico de nuestro miedo a la historia universal reside en nuestra desconfianza heredada y en gran parte, según opino, justificada, por una determinada suerte de consideración y redacción de la historia, muy en boga en la época de la decadencia, antes de la fundación de nuestra Orden, y en la que de antemano no tenemos la menor confianza: la llamada filosofía de la historia, cuyo florecimiento más espiritual y al mismo tiempo cuyo efecto más peligroso encontramos en Hegel, pero que en el siglo que le siguió, desembocó en la más antipática falsificación histórica y en la desmoralización del sentido de la verdad. La preferencia por la llamada filosofía de la historia constituye para nosotros una de las características capitales de aquella época de marasmo espiritual y luchas políticas por el poder de vasto alcance, que a veces denominamos el “siglo guerrero”, pero más a menudo “época folletinista”. De la lucha contra su espíritu —o ausencia de espíritu—, y la victoria sobre el mismo, sobre las ruinas de aquella época, nació nuestra actual cultura, nació la Orden y nació Castalia.

- Pero es propio de nuestra soberbia moral enfrentar a la historia universal, especialmente a la moderna, casi en la misma forma en que lo hacia el asceta o el ermitaño del primitivo cristianismo con el escenario del mundo. La historia nos parece un campo alborotado de instintos y modas, ambiciones y codicias, anhelo del poder y los bienes, el deseo de matar, la violencia, las destrucciones y las guerras, los ministros orgullosos y ambiciosos, los generales vendidos, las ciudades bombardeadas, y olvidamos demasiado fácilmente, demasiado ligeramente, que éste es sólo uno de sus aspectos. Y olvidamos sobre todo que nosotros también somos un trozo de historia, algo devenido, algo condenado a morir, si perdemos la facultad de nuevo devenir y transformarse. Nosotros mismos somos historia y tenemos nuestra responsabilidad en la historia del mundo y en nuestra situación. Nos falta firme conciencia de esta responsabilidad.

-No era ya realmente un placer ni un honor ser sabio o literato: aquel que se colocaba a las órdenes de los poderosos y del lema (falsamente llamado ideal) tenía, sí, cargos y pan, pero también el desprecio de los mejores entre sus colegas y seguramente también sus remordimientos tenaces; aquel que se negaba a servir, debía padecer hambre, vivir a salto de mata y morir en la miseria o en el destierro. Se realizó una selección cruel, indeciblemente cruel. No sólo decayó rápidamente la investigación, en cuanto no fuera necesaria o útil para fines de dominio y de guerra, sino también toda la instrucción común.

Ante todo, se simplificó y se alteró por completo la historia universal, en lo que se refería exclusivamente a cada una de las naciones por momentos triunfantes; la filosofía de la historia y el folletín dominaron hasta en las escuelas primarias.



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